Adrián Ibáñez, curador, 2016.

Animal político
La condición humana nos obliga a imaginar pautas, normas, formas… ahora bien no tienen por qué ser precisamente las correctas.
El comportamiento social, o grupal, o básicamente el comportamiento de manada nos impulsa a callar, a seguir, a pilotar en automático, entre poder, vida, muerte, política, libertad, lo grotesco, lo violento, la norma, la repetición, los comportamientos heredados, la lucha social, el dinero, la injusticia, lo cotidiano, el servilismo, lo humano y lo divino, lo inexplicable, la historia, los medios, la utopía y la realidad, todas permean nuestras vidas.
Todo acto humano es político, desde que nacemos comenzamos a morir, y en ese intermedio, cada respiro es una posición política, cada determinación, cada elección, cada acción y cada reacción nos hace seres naturalmente políticos.
Logos y polis; esta pareja nos define y nos enmarca y el verbo nos posiciona y nos determina en el marco de esa construcción del “animal político”, somos placer, somos dolor y somos conscientes de ello, lo infligimos y lo gozamos, lo que nos separa es lo mismo que nos une. Una acción, una reacción, un final, un comienzo, continuidad y caos, hoy magnificamos el grito que no escuchamos, pues el ensordecedor mundo no nos permite oír.
Somos memoria, somos recuerdo, ignoramos y sentimos, masa, rebaño, muchedumbre, desequilibrio. Animales políticos dotados de “logos” animales por naturaleza que por casualidad y azar estamos, somos mundo, somos lo que somos.